Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
5 comentarios:
Este poema es tan bueno que duele!!
Un capo Gelman!!
Guauuu!!! que bueno, hermoso...
Pasaba por aquí, llegué ni sé cómo. Había leído este poema hace mil años y sigue impactándome tanto como entonces. Un maestro, Gelman.
Salutti
Y pensar que J desayunaba una vez por semana con Gelman. Aunque yo en el secundario me di el lujo (me lo dieron, bah) de merendar con Sábato en su casa. Igualmente le tenía envidia a J en aquel momento...
Merendar con Sabato en una actividad pautada, està bien,
Pero desayunar con Gelman...Està super bien: Es un orgullo, novia.
Gracias por tus comentarios
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